domingo, 23 de enero de 2011

Querido Alejandro Sanz: En internet no existen las dictaduras


Por Eduardo Arcos el 23 de Diciembre de 2010 en Destacadas, Internet, Legal, Libertad de expresión, Política.
Querido Alejandro Sanz,

Con sorpresa y debo aceptar, algo de tristeza, he leído hoy el artículo que envió a El País con relación al rechazo de la Ley Sinde en el Congreso por medio de un proceso “express” que al final resultó fallido. Sorpresa por la cantidad de inexactitudes, adjetivos peyorativos, cuasi-insultos y ataques tanto a políticos como a personas “comunes y corrientes” como yo. Tristeza porque un texto como el suyo llegue a ser publicado en un medio con tanto prestigio.

Hay tantas incongruencias en su texto que me cuesta bastante saber por dónde empezar, pero hagámoslo por aquí:

Creo que muchos de ellos, aun sabiendo que era una ley justa, votaron en contra por conveniencia o por cobardía

Usted se equivoca a nivel fundamental y a nivel práctico. La Ley Sinde pretende crear un camino rápido para que una comisión (es decir, un grupo pequeño de personas) tengan el poder de cerrar sitios web sin pasar por el proceso judicial. No puede hablar de leyes justas cuando esta pretende quitar exactamente ESE elemento y darle ese poder a un sector con intereses muy pero muy particulares.

También asegura que muchos de nosotros creemos que su trabajo es nuestro. En concreto dice:

Estos desubicados son los que creen que mi trabajo y el de todos los trabajadores de la industria musical les pertenece sin más y son los que apoyan a los otros, que son los peores

¿Es necesario generalizar y llamarnos “desubicados”? Es complicado mantener cierto nivel de seriedad cuando le resulta tan fácil usar un medio como El País para insultar (acción que condena cuando el afectado es usted) a un grupo muy grande de personas y acusarlos de acciones que no han cometido. Cuando una persona decide compartir una copia de una canción que usted ha grabado, no la está robando, no se la está quitando y no está privándole de su uso (le recomiendo encarecidamente ver este video de un minuto que lo explica de las maneras más simples y sencillas).

Lo que en realidad sucede es lo siguiente: usted pertenece a una industria que se ha negado a cambiar. Que durante años se ha convertido en un “ente” necio a proporciones épicas que pretende que los consumidores obtengamos sus obras solo y unicamente de la manera que ellos consideran que se debe hacer. Su industria parece ser la única que desconoce la reglas más básicas a la hora de vender su producto, aquella que dice que el consumidor es el rey.

La industria audiovisual al darse cuenta que sus clientes no se acomodan a su modelo de negocio caduco (el vender CDs, DVDs Blu-Rays o cualquier otro medio físico a precios exorbitados), decidió empezar una campaña que ya ha durado más de diez años:

* A nivel político, por medio del lobbying, (si nos centramos en España este fue evidenciado por las filtraciones de Wikileaks),
* A nivel publicitario por campañas en radio, televisión, impresos y en el cine en que se criminaliza a una persona por, lamentablemente, no tener la misma preferencia de consumo de las discográficas y pretender compartir una canción en internet.
* A nivel legal, donde hay cientos de ejemplos. El más claro y con mayor repercusión: Napster. Su industria en vez de darse cuenta que los consumidores respondían positivamente a la distribución digital de contenidos decidió irse en contra del modelo demandando, amenazando y cerrando el servicio. Pero Alejandro, usted y yo sabemos que después de Napster la industria cambió para siempre.

Entonces, querido Alejandro, pongamos una situación hipotética: si yo fabrico automóviles y los pinto únicamente de color verde y me doy cuenta que casi nadie los compra porque hay una persona que los vende de segunda mano en color azul, inmediatamente empiezo a fabricarlos de ese color, ¿verdad? Bueno, su industria optó por demandar al señor que los pintaba de azul, cerrarle el negocio e intentar pasar una ley que criminalice a cualquiera que tenga la osadía comprar el coche en un color diferente.

Pero lo que más me ha afectado es que usted crea que en internet hay una dictadura. Le explico algo: eso es imposible. El internet por diseño desde su concepción hasta el día de hoy es un espacio extremadamente flexible pero fundamentalmente neutral (y vaya que estamos peleando para mantenerlo así). Por lo tanto no es posible que existan dictaduras. No es posible que un poder en particular domine y nos obligue a los otros a actuar acorde. Otra cosa es que la gran mayoría de personas que le han manifestado en Twitter sus ideas no estén alineadas con las suyas.

¿Sabe cómo se le llama a eso? Democracia.

Tener ideas diferentes a la de usted, el responderle directamente a los insultos que propina en Twitter, en artículos de periódicos de gran circulación nacional (como El País) el hacerle saber que está equivocado es justamente lo contrario al fascismo. Es simple y sencilla libertad de expresión.

Cuando usted eligió abrir una cuenta de Twitter y verter sus pensamientos en 140 caracteres para que 1,4 millones de personas lo lean, también eligió el recibir respuestas y pensamientos que todas esas personas (y muchas otras más) tienen con respecto a usted, a sus textos, a sus canciones, a sus conciertos, a sus ideas y su desempeño en general. Es lo “lindo” de los medios sociales. Le guste o no en Twitter y otras plataformas similares (como Facebook o un blog) la comunicación es bidireccional. Entiendo que puede ser nuevo y abrumador, especialmente para un artista de fama mundial como usted donde recibe halagos sin cesar de miles o millones de personas. Pero usted debe de creerme: somos muchas personas que no necesariamente estamos de acuerdo con sus ideas.

Y eso está bien. Es democracia, es libertad de pensamiento. Yo mismo estoy en desacuerdo con aquellas personas que optaron por insultarlo, pero sería tendencioso solo leer eso y equipararlos con simples voces contrarias a su propio pensamiento. Eso sería un berrinche.

En su artículo menciona que los artistas tienen derechos. De hecho ha puesto la palabra en mayúsculas. Yo estoy de acuerdo con usted. Usted tiene derecho a hacer música, no tiene garantizado que va a ganar dinero con ella (pero sí tiene derecho a la posibilidad de que lo haga). Las personas que trabajan en la industria musical tienen derecho a hacerlo, pero no tienen derecho a que, sea lo que sea que hagan, mantengan una posición privilegiada en que siguen ganando dinero y si eso deja de suceder, se creen leyes para seguir garantizándolo. ¡Eso sería fascismo!

¿Usted realmente cree que los puestos de trabajo se han perdido porque la gente comparte canciones en internet. ¿Realmente ha optado por tener una posición tan pero tan ingenua? — ¿Usted cree que toda una industria audivisual puede caer por un único suceso? Es que el sentido común se rebela ante la idea misma. El modelo de negocio de las discográficas y los estudios penden de un hilo porque no han sabido renovarse, porque no son capaces de escuchar al consumidor y entender lo que ellos quieren. Nuevamente, ¡el consumidor es el rey!

La música, la cultura, el futuro cultural está a salvo. Hoy más que nunca se produce música genial, hoy más que nunca tenemos acceso a contenido creado en todo el mundo por medio de herramientas maravillosas como el internet que nos acercan más alla de los límites físicos. Hoy más que nunca puedo mostrarle mis gustos musicales a un inmenso número de personas y hacerls conocer bandas nuevas de las cuales me he enterado por otras recomendaciones o por medio de todos mis viajes. La cultura está a salvo.

La Ley Sinde me recuerda a un caso muy curioso que sucedió en Estados Unidos en 1945 cuando Thomas Lee y Tinie Causby estaban perdiendo gallinas a causa de vuelos a bajo nivel de aviones militares que pasaban por encima de su propiedad. A causa de ello demandaron al gobierno por allanamiento de sus terrenos.

Aunque los aviones nunca tocaban el suelo, técnicamente y de acuerdo a las leyes que existian en aquel año la pareja tenía razón. Pero además: estaban incurriendo en pérdidas por tal motivo. Resulta que En Estados Unidos la Ley de Propiedad Urbanística de Estados Unidos determinaba que el dueño de un terreno también lo era del espacio vertical, por encima y por debajo de la tierra.

Thomas Lee y Tinie Causby llevaron su caso a la Corte Suprema de Justicia que decidió en 1946, escucharlos, y uno de los jueces, de apellido Douglas determinó:

Esta doctrina no tiene lugar en el mundo moderno. El aire es un espacio público, como el Congreso declaró. Si no fuera cierto, cada vuelo transcontinental sería sujeto a innumerables demandas por allanamiento. El sentido común se rebela ante la idea. Reconocer este tipo de demandas como válidas interferiría seriamente con el desarrollo del interés público, y darle control privado a algo que solo debería ser público

El sistema legal de un país siempre debe adaptarse y auto-ajustarse al avance tecnológico de nuestra sociedad. Porque el sentido común se rebela ante la idea. Le recomiendo, querido Alejandro Sanz, que lea el libro Free Culture de Lawrence Lessig. Se traduce como Cultura Libre (y no Cultura Gratuita, no se me asuste…).

La tecnología apunta hacia una cultura más libre, hacia herramientas que nos permiten hacer más con las cosas que tenemos a nuestro alrededor. Hace falta que tanto las leyes como la industria audiovisual sepan acercarse a esa idea, adoptarla y aprovecharla.

En Estados Unidos, donde tengo entendido que usted vive hay casos claros de esto. iTunes Store y Netflix (que muy probablemente sean servicios que usted mismo usa) son ejemplos perfectos. En Europa existe un servicio llamado Spotify que permite escuchar música vía streaming con comerciales cada 30 minutos (¡como la radio!). Aquellos que no queremos escuchar la publicidad pagamos 10 euros al mes. Yo, de hecho, soy un cliente satisfecho.

Querido Alejandro Sanz, dudo mucho que usted aún siga leyendo, después de todo soy solo un consumidor más, un nerd, uno de esos a los que usted ha llamado fascista. Pero si aún está por aquí, me gustaría que supiera aprovechar mejor ese poder mediático que le ha dado el ser un artista reconocido por todo el mundo. Que sus artículos en medios de distribución masiva no se parezcan más a un berrinche de adolescente dolido porque en Twitter lo insultaron y que sepa escuchar todas las partes, que sepa darse cuenta que la tecnología puede ser extremadamente beneficiosa para usted. Que millones de personas alrededor del mundo pueden convertirse en consumidores de su música y de sus conciertos si sabe aprovechar las herramientas y permite que muchas más personas escuchen su música.

Somos muchos “talibanes”, como usted ha decidido llamarnos, dispuestos a sentarse con usted, y conversar tanto como sea necesario para que tenga un mejor entendimiento de estas leyes, de la tecnología, de cómo el internet está cambiándolo todo. Sin insultos, sin adjetivos peyorativos, sin peleas. Yo si creo que todos somos libres de tener opiniones y posiciones políticas o económicas. Después de todo creo que queremos lo mismo, usted como artista que su música sea escuchada por muchas más personas y yo como consumidor el poder escuchar música de muchos más artistas.

Con o sin leyes, con o sin la Sinde, con o sin cierre de webs hay una tendencia clarísima, inmensa, inconmensurable, imparable que quiere, necesita y requiere el poder tener acceso a contenidos audiovisuales de maneras nuevas que respondan a sus necesidades actuales. La pelota está de su lado, los artistas (o “creadores” como se hacen llamar) deben, de una vez por todas, dejar a un lado el discurso conservador alineado a un modelo de negocios que se ajustaba a las condiciones de mercado de la década de los 90s dictado por las discográficas y las SGAEs del mundo que sinceramente cada día los representan menos.

Hasta ese día, querido Alejandro.copio y pego

1 comentario:

luiser dijo...
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